La educación financiera tiene que ser una de las grandes protagonistas del nuevo escenario en el que se moverá el sector financiero a lo largo de los próximos años. Es cierto que la mala praxis de algunos irresponsables dentro del sector fue la verdadera responsable de los escándalos en la venta de productos en el pasado, que tanto daño hicieron a la reputación del sector y a la relación entre los clientes y sus entidades. En ningún caso podemos achacar la culpa a un cliente porque estuviera mal informado pero sí que podemos decir desde la experiencia que, contar con la mayor información posible, será el mejor antídoto para que los ahorradores estén más protegidos ante esos casos. Y es ahí donde entra en juego la educación financiera.
Precisamente uno de los grandes objetivos que persigue la nueva normativa MiFID II, que entrará en vigor en próximas fechas, pasa por sentar las bases para la protección del inversor. Y en ese punto, los asesores financieros tenemos una gran responsabilidad. Nuestra acción no se debe limitar a adaptarnos a los estándares de cualificación que se exigirán como garantía de una correcta planificación financiera, y que tienen que venir de la mano de la formación continua y la actualización de contenidos (ante los nuevos productos y los cambios en los mercados), ni al respeto a unas estrictas normas éticas. Tendremos que redoblar esfuerzos para fomentar la educación financiera entre todos nuestros clientes. También es nuestra responsabilidad que conozcan todos los productos financieros, sus características y los pros y contras de cada uno de ellos. En definitiva, que el ahorrador particular cuente con todas las cartas sobre la mesa para poder tomar las mejores decisiones de inversión.
Lo cierto es que España sigue muy atrasada en el ámbito de la educación financiera, al menos si lo comparamos con el resto de países de su entorno. Pero no es menos cierto que hemos avanzado mucho. Organismos como el Banco de España, la CNMV y el Ministerio de Economía llevan desde 2008 desarrollando actividades encaminadas a mejorar la cultura económica y financiera de los españoles, que se suman a otras iniciativas desde el ámbito privado, como el proyecto EFPA de educación financiera que imparte talleres en colegios y asociaciones profesionales de toda España.
Tenemos un gran camino que recorrer todavía. Pero ya hemos dado algunos pasos interesantes para lograr, por lo menos, que la educación financiera se cuele en la agenda de las administraciones y las entidades. Pero hay que ir mucho más allá. El día que se hable de finanzas de forma natural en cualquier conversación y el día que las nociones básicas en finanzas estén incluidas en el currículo académico en primaria y secundaria, habremos dado el salto definitivo. Por nuestra parte, que no quede.