Es quizá una de las frases que más se repiten hoy en día: es imposible ahorrar. Sin embargo detrás de esta frase que muy bien se puede aplicar a la situación económica que vive el país, en realidad se esconde una falacia; sí, sí es posible ahorrar.
El ahorro se cuantifica como la diferencia entre los ingresos de una persona o familia, las denominadas rentas, y los gastos a los que hacer frente. Planteado así, especialmente sino conocemos bien cuales son nuestros gastos y controlamos el presupuesto puede ser cierto. La vivienda, los gastos para mantenerla y habitarla, las necesidades personales son hoy crecientes y consumen buena parte de los ingresos de la familia. Pero si tomamos ahorro como diferencia de rentas y gastos no estamos haciendo una buena planificación, nos comportamos como personas que no tiene un objetivo determinado. Si solo contempla como una diferencias no estamos teniendo una actitud proactiva.
El ahorro puede ser considerado también como una partida del presupuesto familiar, el cual elaboramos y vigilamos su cumplimiento. Cuando dentro del presupuesto familiar incluimos el ahorro, entonces y solo entonces, estamos teniendo una actitud proactiva en la consecución de un objetivo. En este caso ahorrar sí que es posible. Por cierto económicamente tiene todo el sentido del mundo, puesto que en este caso la visión del ahorro no es otra que consumo presente que trasladamos al futuro, lo que hoy ahorramos no consumiendo nos servirá para consumir en el futuro.
Sin ahorro no es posible emprender ningún tipo de inversión, la familia necesita tener un dinero para iniciar la configuración del patrimonio. Luego vendrá en qué y cómo invertimos, pero lo primero es ahorrar. Es más se puede asegurar en el éxito o la forma de tener un patrimonio por parte de las familias está directamente basado en ahorro, a más ahorro mayor patrimonio. Por supuesto ese patrimonio tiene que estar invertido para la consecución de nuestros objetivos, sin apropiado plan y actuación inversora el ahorro puede desaparecer y con él la posibilidad de conseguir nuestros objetivos.
En una sociedad donde cada vez aparecen nuevas necesidades, por ejemplo disponer de un colchón de dinero para la jubilación, como no hacer una previsión para el estudio de nuestros hijos y muchas más cosas, el ahorro se vuelve un factor fundamental para garantizarnos un futuro con unas perspectivas mucho más claras. Desde siempre el ahorro fue considerado como una partida presupuestaria, especialmente en los tiempos duros, como fue el de nuestros padres. La “exuberancia irracional” con la que convivimos en los tiempos de bonanza, afectó al ahorro y a la visión que se tenía hasta el momento de él. Muchos fueron los que cambiaron ahorro como partida presupuestaria familiar a una visión de resultado entre ingresos y gastos.
Hay otra visión de ahorro que quizá les haga pensar. Cuando una compañía tiene más ingresos que gastos, al resultado positivo le llamamos beneficio, en caso contrario pérdidas. Pues bien cuando hablamos de individuos la diferencia positiva entre ingresos y gastos les llamamos ahorro. Ahorro y beneficio, conómicamente, es lo mismo. Por tanto comportemos racionalmente y provoquemos y busquemos tener beneficio, ahorro, y no pérdidas.