Estos días, mientras preparaba una clase para un Master financiero en el que imparto la asignatura de Gestión de Riesgos, reflexionaba sobre lo diferente que es explicar este tema en una clase universitaria a desarrollarla con un cliente. En una clase docente, se les enseña a los alumnos de forma sistemática y aséptica los diferentes riesgos de la inversión y las diferentes estrategias para controlarlo y reducirlo. Sin embargo, transmitir a un cliente esta cuestión (que tiene su dinero invertido) es totalmente diferente: el enfoque es mucho más responsable y comprometido.
Si le preguntas a un cliente qué entiende él por riesgo, es muy probable que responda que el riesgo consiste en que su inversión registre minusvalías y sufra fluctuaciones, por lo que suele identificar el riesgo con la volatilidad, lo que hace que su análisis sea, por lo general, incompleto, y le lleve a tomar decisiones financieras equivocadas.
Pero, ¿qué riesgos hay? Enumeremos algunos: riesgo de mercado, riesgo de liquidez, riesgo de crédito, añadiría el riesgo de ser asesorado por un vendedor de banca comercial con objetivos, etc.; pero el principal, y que nos obliga a tener que invertir el dinero y, por tanto, a que exista la figura del asesor financiero independiente, es el riesgo de inflación.
En épocas de inflación, nuestro dinero pierde valor por lo que nuestro poder adquisitivo es menor cada año, siendo dicha disminución en forma de interés compuesto. Este hecho nos hace añorar la peseta; recordemos que, no hace mucho, con 5.000 pesetas podíamos hacer muchas más cosas que actualmente con 30 euros ¿o no?
Reflexionemos sobre esta fórmula:
R>IPC+IMP.
Significa que solo obtenemos rentabilidad una vez, superamos inflación e impuestos al ahorro. Esto es más o menos claro, pero si observamos la inflación de los últimos 20 años en España, podremos comprobar que la media ha sido del entorno del 3%. Esto quiere decir que una persona muy conservadora que haya tenido su dinero en cuenta corriente durante los últimos 20 años, habrá perdido, sin saberlo, ¡más del 60% de su poder adquisitivo! Considero que perder un 60 % de tu dinero, es un gran riesgo.
El único activo que ha batido a la inflación a largo plazo de forma consistente es la renta variable, es decir, las empresas. Y, lógicamente, también sufren vaivenes en el corto plazo en forma de volatilidad. No obstante, si sabes lo que haces, por qué y para qué compras, los momentos de crisis o los recortes de mercado no importan excepto para aprovecharlos.
La conclusión a la que llego, no es que haya que invertir todo en renta variable, por supuesto, pero sí que es importantísimo tener diferentes objetivos con nuestro dinero, en diferentes horizontes temporales, usando el mejor activo y la mejor estrategia para cada uno. Llevar esto a cabo solo es posible mediante dos vías: teniendo una formación financiera importante, o en su defecto, delegando la gestión de nuestro patrimonio en un asesor financiero independiente que nos ayude a planificar y a tomar determinaciones racionales en momentos en que las emociones nos pueden llevar a tomar decisiones poco acertadas.
Para terminar, me gustaría compartir con el lector un dato anecdótico: hace poco el psicólogo Daniel Kanehman recibió el premio Nobel de economía por el siguiente descubrimiento: cuando vemos una minusvalía en nuestra inversión se ponen en marcha los mismos mecanismos en la naturaleza que cuando estamos en peligro de muerte. Así que, recuerda, el mayor enemigo y riesgo en la gestión de tu ahorro, eres tú.