Cuando era pequeña me encantaba jugar a «pies quietos». Es un juego clásico de pillar, pero cuando están a punto de cogerte tienes la opción de parar en seco —piernas abiertas, brazos en cruz— y gritar: ¡pies quietos! De esta manera el que la liga no te puede pillar, pero tiene el inconveniente de que no te puedes mover de nuevo hasta que un compañero te salve.
Esta frase ha venido a mi cabeza en estos días de vaivenes de la bolsa. ¡Pies quietos! Porque a veces lo mejor que uno puede hacer es no hacer nada: mantener la estrategia y sobre todo la calma (controlando los ataques de pánico que provocan algunos titulares de prensa), y seguir con el plan.
Suponiendo, claro, que se tenga un plan. Es decir, que se trate de un inversor pasivo con un objetivo preciso y sencillo —asegurar unos ahorros para la jubilación, por ejemplo—, una estrategia de inversión simple y una cartera básica, sin complejidades excesivas. Así equipado, puede hacer caso omiso de los titulares y mantener la ruta.
Funciona en parte porque este tipo de inversor no intenta ganar al mercado, sino que es un inversor disciplinado: hace contribuciones regulares de capital a fondos cotizados (ETF), fondos de inversión, acciones o bonos, eligiendo de antemano la composición de la cartera, la periodicidad de las compras y la cuantía. A veces los precios son altos y compra menos acciones; a veces los precios son bajos y compra más acciones. Las compras programadas son un hábito, lo que ayuda a mantener la valentía aun cuando todos a su alrededor estén perdiendo la suya.
Tampoco se trata de ser robots absolutamente inflexibles; por supuesto, podemos estar tentados de comprar más a precios bajos, pero sin ir demasiado lejos o corremos el riesgo de perder la disciplina. Lo realmente importante es el ejercicio de elegir la composición de la cartera. Una vez hecho, revisarla periódicamente y ajustarla en función de los cambios que se produzcan en nuestra vida.
El miedo es una emoción intensa que se contagia rápidamente. Tener claro el objetivo y el plan establecido para alcanzarlo puede ser una buena estrategia para no dejarse arrastrar por decisiones alocadas. Mantenerse firmes y con los pies quietos, aunque el corazón a veces se nos desboque.