Recep Tayyip Erdogan fue reelegido presidente el pasado domingo 24 de junio. En la primera vuelta, obtuvo la mayoría absoluta con el 52.5% de los votos. Al mismo tiempo, el AKP, el partido de Erdogan, obtuvo 290 escaños en el parlamento (48,3%) en las elecciones legislativas. Aliado en coalición con el partido nacionalista MHP, el AKP tiene finalmente la mayoría absoluta con 334 escaños.
La victoria de Erdogan no borra las incertidumbres que pesan sobre la trayectoria de la lira. La reacción de los mercados a los resultados de los escrutinios ha sido moderada. En el frente político, el resultado deberá acelerar el poder del sistema presidencial, trayendo más estabilidad a corto y medio plazo. Desde el punto de vista económico, sin embargo, sigue habiendo incertidumbres sobre la futura dirección de la política económica del nuevo gobierno. La desaceleración económica actual sugiere a priori un policy-mix expansionista. Pero los márgenes de maniobra son limitados. Por una parte, las cuentas públicas se degradaron tras la implementación del plan de recuperación excepcional en 2017. El déficit público se ampliaría al 2% del PIB este año frente al 1,5% en 2017. Por otra parte, el alto nivel de inflación (a 12,2% en mayo) limita las posibilidades de estímulo de la política monetaria. El tipo de interés de referencia ya se encuentra a 17.75%.
En este punto, la pregunta para los próximos meses se centrará en el papel del banco central. La victoria de Erdogan, «enemigo de los tipos de interés», y sus consecuencias, sobre todo la formalización de la transferencia de poder de decisión de la política monetaria al Presidente, tiene el riesgo de agravar el problema de independencia de las autoridades monetarias. En este contexto, el verdadero test de credibilidad del banco central aún está por llegar. Creemos que el período de volatilidad de la lira turca no ha terminado y, por lo tanto, permaneceremos atentos a la trayectoria de la economía turca.