Divide et imperia (divide y vencerás), máxima que se le atribuye al emperador Julio César y que hace referencia a una estrategia que rompe las estructuras de poder existentes y evita la unión de los grupos de poder más pequeños. Podría ser utilizada en todos los ámbitos, por lo que me la llevo a mi terreno, que es el que me viene al caso: el de las inversiones. ¿A qué me refiero? Empecemos, en primer lugar, con datos probados:
Tras observar y reflexionar acerca de la información que aporta el gráfico anterior, se me ocurre la siguiente pregunta dirigida al inversor “de a pie” español: ¿Piensas que somos el ombligo del mundo?
Hasta la fecha, países como China o E.E.U.U. constituían el motor de la economía mundial. En la actualidad, se está observando que países en una situación emergente y en creciente desarrollo empiezan a desplazar a los imperios económicamente habituales.
Hace poco leí que incluso India sería en los próximos años la nueva “China” debido a una serie de componentes favorables que benefician tal situación: la caída de los precios del petróleo, factores demográficos (se espera que para el año 2020, India se convierta en la mayor nación con la población más joven del mundo), atractivo turístico, etc. ¿Quién sabe?
Estos hechos nos llevan a recapacitar en cuestiones tales como:
¿Por qué apuestas todos tus ahorros a dos o tres valores nacionales o internacionales?
¿Tan claro lo tienes?
Desde la creación del IBEX en el año 1.992 hasta la actualidad, únicamente han sobrevivido nueve empresas (Acerinox, BBVA, Bankinter, Santander, Endesa, Banco Popular, Telefónica, Sacyr y Repsol YPF) y han pertenecido más de 100. ¿Qué podemos concluir?: España representa un escaso porcentaje en el cómputo de la economía global, en concreto, constituye, aproximadamente, un 2%, por lo que no debería representar el 90% de la cartera de inversión.
Vayamos más allá: ¿qué ocurre a nivel internacional? Las empresas Blockbuster, Ericsson, Concorde, la antigua General Motors, Kodak o Lehman Brothers son otros casos paradigmáticos a nivel internacional que han resistido a los índices en los que se soportaban.Dando otra vuelta de tuerca, querido inversor, no me imagino una empresa que dependa de un único cliente. Sí me lo imagino ya que he tenido conocimiento de catastróficos casos ¿Se imaginan, por ejemplo, un restaurante que dependa solo de cuatro clientes? ¿Qué ocurre con un proveedor que se nutre de un único proveedor? De todos es sabido el catastrófico caso de Campofrío, que arrastró en su tragedia a empresas suministradoras como la de transporte que trasladaba a los trabajadores y que no tuvo margen de reacción.
Desde el punto de vista positivo y de éxito, podemos centrarnos en la empresa Samsung, una de las compañías líderes en el campo de las nuevas tecnologías y la principal competencia de Apple. ¿Sabíais que Samsung nace en 1938 en Corea del Sur como una compañía exportadora de pescado, frutas y verduras?. La empresa tras ir creciendo poco a poco, comenzó a diversificarse mediante la adquisición de molinos de harina y máquinas de confección que le hicieron posible desarrollar su propia producción y establecer puntos de venta donde vender de forma directa sus productos. Ya en los años 80, apuesta por la tecnología, creando dos institutos de I+D especializados en electrónica, ingeniería genética y aeroespacial, sistemas de comunicación de fibra óptica, nanotecnología y arquitectura de redes. Hoy en día, Samsung, es considerada una de las grandes pioneras de la era digital.
A nivel nacional, podemos mencionar a Amancio Ortega y su imperio de Inditex; aunque siempre se ha dedicado al ámbito textil ha sabido diversificar en función del sexo, edad y gustos de sus clientes, siempre al son de la moda.
La diversificación de las empresas reduce su riesgo de fracaso y las hace crecer del mismo modo que una adecuada y correcta diversificación de nuestras inversiones, puesto que se minimizan las posibilidades de no conseguir el objetivo prefijado.
Y, ¿cómo sería una adecuada y correcta diversificación de nuestro dinero?: teniendo en cuenta todos los niveles: geográfico, sectorial, temporal, por títulos, por potencial de crecimiento y por tipología de instrumentos. Mi admirado Buffet decía que “una diversificación amplia sólo es necesaria cuando el inversor no entiende lo que está haciendo “, y yo digo que Buffet solo hay uno y que diversificar es renunciar a una posible rentabilidad más alta a cambio de una reducción considerable del riesgo.
Como no soy Buffet (¿afortunada o desgraciadamente?), lo que deseo es cumplir mis objetivos financieros con el mínimo sobresalto posible para mis clientes y para mí mismo.