En estos días se está hablando mucho acerca de las burbujas económicas, y de las consecuencias que pueden tener para una economía. Recientemente hemos sufrido como la explosión de una burbuja económica en un determinado activo ha tenido unas consecuencias muy graves para la economía.
Tenemos que remontarnos a los principios del año 1600 para hablar de la primera burbuja económica estudiada y datada cronológicamente (aunque no se descarta que haya habido alguna anterior). Esta fue la llamada Tulipomanía. El activo cuyo precio se incrementó de manera disparatada (rozando lo absurdo) eran los tulipanes. Un bulbo de tulipán en el año 1620 llego a valer lo mismo que una casa señorial a las orillas de los canales de Amsterdam. Finalmente el mercado de tulipanes cayo por la oferta y la demanda, provocando unas consecuencias terribles para Holanda y gran parte de Europa.
Las burbujas surgen por el incremento de precios de determinados activos sin una razón aparente, más allá de una excesiva demanda. Eso provoca un efecto llamada a ahorradores e inversores que entran en ese mercado para aprovechar unas alzas que aparentemente no tienen fin. Aquellos operadores que se centran en ese mercado intentan justificar las alzas en base a criterios económicos que finalmente no logran consolidarse.
En el mundo se han vivido varias burbujas, siendo las más conocidas la bursátil de los años 20 (con unas consecuencias catastróficas por todos conocidos), la burbuja de las punto com de principios de 2000 y más recientemente el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, que derivó en una de las peores crisis económicas que aun hoy estamos sufriendo.
¿Y porque hablar de burbujas ahora? Una de las principales causa de las burbujas económicas se da en momentos en los que los ahorradores en inversores perciben que su dinero pierde valor, lo que les hace buscar alternativas de inversión derivadas del dinero barato. En el inicio de la burbuja inmobiliaria unos tipos de interés relativamente bajos respecto a años anteriores sumados a una percepción de que la vivienda no bajaba de valor provocaron un pinchazo de grandes dimensiones y con consecuencias gravísimas para la economía.
Actualmente nos encontramos en esa situación, con unos tipos de interés anormalmente bajos derivados de una baja inflación sistémica. Los precios tienen al alza pero sin excesiva fuerza, y esto deriva en que los inversores busquen diferentes alternativas, lo que les puede llevar a caer de lleno en una de dichas burbujas si no se anda con cuidado.
Es evidente que al hablar de burbuja tenemos que referirnos irremediablemente a las criptodivisas. Nos encontramos con un activo cuyo valor se ha incrementado de una manera excesiva sin una razón aparente. A pesar de la excelente tecnología que lo respalda todavía no se ha puesto en práctica como medio de pago contrastado, y no se conoce con exactitud qué valor de referencia puede tener. Desgraciadamente nos encontramos en una situación más cercana a los tulipanes que a los inmuebles, por la intangibilidad del producto.
También se habla de que podemos volver a caer en una burbuja inmobiliaria, si bien este supuesto es más lejano. El mercado ha puesto en precio los activos y ha diferenciado claramente diferentes zonas y lugares. Ahora no todo vale en el mercado inmobiliario.
Mucho se habla de si nos encontramos también en una burbuja bursátil. Aquí podríamos pensarlo si hacemos referencia al mercado americano, pero es cierto que a pesar de sumar máximos año tras año, los resultados empresariales van mejorando, y en bolsas como la europea aún queda recorrido.
Terminare con una reflexión. La historia nos ha demostrado que siempre va a haber burbujas y tarde o temprano pinchan. La manera de que nos afecten lo menos posible siempre debe ser una correcta planificación y diversificación. Aprovechar las nuevas oportunidades de mercado de una manera racional y nunca apalancarse en un activo cuyo precio parece que nunca va a corregir, porque al final corregirá (aunque no sepamos a que nivel ni cuando lo hará)